Ponencia

“El oficio crítico de Ángel Rama: a propósito de la polémica entre Vargas Llosa y García Márquez, sobre el compromiso político y social del escritor latinoamericano”[1]

Palabras clave: Polémica, compromiso, social, político, escritor, Ángel Rama.

En el año 1967 dos escritores latinoamericanos se encuentran ante un escenario público para dialogar sobre temas relacionados con sus vidas profesionales como escritores, sus obras y perspectivas que tienen en cuanto al fenómeno literario que están viviendo. Esos escritores son el peruano Mario Vargas Llosa y el colombiano Gabriel García Márquez, quienes manifiestan durante aquel encuentro un ‘intercambio de ideas’ transparente y fluido, como el que se presenta cuando dos interlocutores se conocen y admiran mutuamente desde mucho antes. En efecto, ambos novelistas están saliendo del anonimato y están siendo reconocidos como dos grandes representantes del ‘boom’ de la literatura latinoamericana. La discusión se encuentra transcrita en un corto pero sustancioso ensayo, que si se analiza detenidamente, refleja dos visiones muy diferentes, buen ejemplo de ello, es destacar cómo en un primer momento, el colombiano vislumbra un posible desacuerdo con su colega peruano, sobre la cuestión de la “novela total”, pero Vargas Llosa deja en suspenso su posición, –tal vez, porque no quería pasar a ser el interrogado– y entretanto, la discusión sigue avanzando. Sin embargo, cuando la conversación comienza a girar en torno a cómo cada autor asume el “compromiso político y social” frente a la realidad Latinoamericana, la oposición de ideas se hace inevitablemente ‘polémica’.
La verdad es que el encuentro vendrá a obtener esa tonalidad de polémica, cuando el crítico literario Ángel Rama interviene para continuar con las ideas dejadas por García Márquez, en contra de Vargas Llosa. Al involucrarse Ángel Rama se observa que la discusión tiene una problemática muy profunda por esclarecer; además, desde la visión de este crítico se vislumbrará cómo la polémica envuelve y compromete directa e indirectamente a otros tantos escritores y críticos de la década de los sesenta, los cuales poco a poco ya iremos nombrando.
Para comprender aún más cómo surge la polémica, hay que proceder a explicar el entorno en el que ésta aparece, pero antes de seguir avanzando, conviene esclarecer, en un primer instante, lo que viene a ser una polémica en el campo de las Letras.
La crítica literaria argentina Marcela Croce viene esbozado sobre lo que es una ‘polémica’ en el campo cultural literario, ella expresa que una ‘polémica’ es “un género belicoso que persigue efectos inmediatos” (Croce, 2006, p.7), este género surge del enfrentamiento verbal de dos o más autores (que serían intelectuales reconocidos) que defienden sus posiciones creyendo cada uno tener la verdad, o por lo menos, más verdad que el otro, por ello, se percibe que dentro de las ‘polémicas’ existe una obstinación en rechazar la posición del otro, además, porque como lo indica Croce hay una “incomprensión mutua” (Croce, 2006, p.9) entre los opositores, pues, para que haya ‘polémica’: “hay que entender mal”. Pero, advierte la autora que esos malentendidos e incomprensiones se vuelven en ingredientes necesarios para que germine una ‘polémica’, y de esta manera, haya una contribución a la búsqueda de la verdad sobre un determinado tema.
De acuerdo con la definición anterior, se establece que para que surja una polémica tiene que existir un encuentro entre dos o más autores. Acaece, no obstante, que durante la década de los sesenta prácticamente los intercambios de ideas entre los escritores e intelectuales latinoamericanos casi no existían. Por eso, el diálogo entre Vargas Llosa y García Márquez, cobra una gran significatividad en la medida en que ellos inician uno de los primeros encuentros que envolverá una serie de polémicas intelectuales dentro de un ambiente de poca comunicación en América Latina. Es cierto, la situación venía desde mucho antes, pero durante aquel periodo se toma una conciencia tal de la problemática, que se pueden encontrar opiniones claras sobre el asunto; por ejemplo, el escritor José Donoso, daba a conocer que ese escenario iba acabándose, pero había dejado sus huellas, como lo fue que muchos escritores latinoamericanos llegaron a Europa (específicamente Paris y Barcelona) a estrechar los vínculos que no podían realizar dentro de su propio continente. Donoso sustentaba lo anterior basándose en Ángel Rama, quién ya había dicho: “…la incomunicación interna latinoamericana es la que explica…que las distintas regiones se vinculen y conozcan a través de centros continentales”. (Donoso, 1974, p.64).
Nadie ignora lo que significa el surgimiento de esos encuentros, pero del mismo modo, no hay que desconocer u olvidar que una de las principales causas para que se estrecharan vínculos entre los escritores, fue gracias a la Revolución Cubana. Es indiscutible la gran acogida ideológica que tuvieron las propuestas revolucionarias cubanas durante la década de los sesenta, donde principalmente los escritores empiezan a conocerse desde un lugar que ya no está fuera del mismo ambiente Latinoamericano. Así lo evidencia Carlos Monsiváis dentro de su ensayo "Aires de Familia” (2000):
“En los sesentas, van a Cuba una gran parte de los mejores escritores, artistas e intelectuales del mundo. (…) Nunca antes un hecho político ha dispuesto de tantas resonancias culturales. Y para entenderse con lo que al principio no es en lo fundamental <<turismo revolucionario>>, las autoridades de Cuba fundan en 1960 Casa de las Américas, destinada al diálogo con escritores, intelectuales y artistas afines a la Revolución. “(p. 142).
Aquella realidad sobre la acogida ideológica revolucionaria, no solo proporcionaba una comunicación –antes casi inexistente entre los escritores–, también va a permitir que muchos de ellos estuvieran al tanto de toda la realidad política y social de Latinoamérica, dándose cuenta de las semejanzas entre las problemáticas que compartían sus naciones. De igual manera, los literatos dan un paso para dar a conocer sus obras a un público ya no solo restringido a sus naciones sino a uno más internacional. Vale subrayar todo lo anterior, porque se tiene en cuenta que, si eran desconocidos por el arte que ejercían como novelistas los escritores, ahora mucho menos se les tenía en cuenta como ‘intelectuales’ críticos de sus propias sociedades.
Lo dicho hasta aquí, brevemente explica el contexto de la polémica; sin embargo, hay proceder a mostrar en qué consiste ese choque de ideas entre Vargas Llosa y García Márquez, que luego viene a ser rescatado por Ángel Rama.
Teniendo en cuenta lo que manifestaban en aquel encuentro nuestros dos polemistas, se vislumbra que la polémica empieza cuando García Márquez estaba de acuerdo con “…que toda gran literatura tiene que fundarse sobre una realidad concreta” (García M. & Vargas Ll, 1967, p. 36). Ciertamente, la valoración que acabo de evocar se la puede evidenciar de una manera plena no solamente en las obras de García Márquez, sino también en las de Vargas Llosa, pues, sin duda alguna, ellos han sido siempre reconocidos como dos novelistas realistas, a diferencia, claro está, que ese realismo para cada uno tiene un matiz único, en el caso de García Márquez con una tendencia más marcada a construir mitos, mientras que en el otro, a destruirlos (Boldori, 1974, p.88).
Si aceptamos el hecho de que una buena obra literaria está siempre vinculada con una realidad concreta, se está admitiendo quiera o no que el escritor está comprometido con lo que muestra en sus obras, pues lo responsabiliza de saber revelar lo que en verdad aconteció y está sucediendo en una determinada sociedad. Sin embargo, nuestros dos polemistas no se quedan con la idea de que su arte radica solamente en representar la realidad. Deteniéndonos a examinar con mucho cuidado la discusión, encontramos, que al momento de ejercer el arte de escribir literatura, las 'convicciones' serán para García Márquez las que muestren sus motivaciones más profundas e interiores, además, éstas provienen de las exigencias que le hace su sociedad, a las cuales debe siempre responder el escritor; por otro lado, para Vargas Llosa, sus 'obsesiones' serán las mejores al momento de mostrar sus verdaderas motivaciones al escribir buena literatura, asimismo, ellas necesariamente no tienen que responder a las exigencias de la sociedad (García, M. & Vargas Ll., 1967, p.43). En consecuencia, las dos posiciones dejan divisar que se encuentran frente a ese compromiso con la realidad de dos maneras muy distintas, ya sea siguiendo las demandas de la sociedad o posiblemente no siguiéndolas para nada; visto desde otro ángulo, los escritores pueden dentro de sus obras reflejar fielmente lo que perciben de la realidad o pueden falsearla totalmente.
Para pasar a comprender ilustrativamente lo anterior, se puede abordar otra ‘polémica’ que gira en torno a la problemática planteada por nuestros dos polemistas.  En esa polémica estaban enfrentados, por otra parte, el escritor argentino Julio Cortázar y el escritor peruano José María Arguedas. La ‘polémica’ aparece un año después a la iniciada por la de nuestros dos polemistas, es decir, en el año 1968 (Croce, 2006, p.157). Allí, los escritores discuten acerca de la autoridad y credibilidad que tiene un escritor latinoamericano para hablar de América Latina o de sus propias patrias estando viviendo desde mucho tiempo fuera de sus naciones, especialmente en Europa.
La génesis de la polémica surge cuando Cortázar como escritor cree tener una visión más amplia de Latinoamérica porque ha vivido fuera ella. El planteamiento será reprochado por Arguedas, asiéndole notar que su lejanía, más bien, puede hacer que no refleje lo que verdaderamente se vive en esa realidad concreta. Entonces, según Arguedas si Cortázar no estaba exento de falsear la realidad, mucho menos estaba exento de no darse cuenta de las exigencias y demandas que la sociedad les hace a sus escritores, las cuales se percibirían cuando hay un contacto más cercano y directo con lo que el pueblo vive.
Es así, como admiramos que la polémica entre Arguedas y Cortázar rescata claramente lo que ya habían dialogado Vargas Llosa y García Márquez, sin embargo, hay que aclarar que la polémica entre nuestros dos polemistas, sin importar el lugar donde se encuentre o ubique un escritor, se centra mejor en discutir sobre el compromiso que recae en el literato cuando éste cuenta o narra algo de una determinada realidad concreta, como lo es América Latina. En este sentido, consideramos que hay una mayor profundidad en el tratamiento de la problemática por parte de nuestros dos polemistas, solo que cuando ellos abordan el asunto no cobra tanta intensidad, tal vez, porque ya los dos habían divisado una solución, o por lo menos, así lo evidencia la siguiente cita:
“Vargas Llosa: … hay otro hecho que es también bastante curioso: la mayor parte de los autores latinoamericanos “de moda”, diríamos, viven fuera de sus países: Cortázar vive en Francia hace doce años; ahora, Fuentes vive en Italia; tú has vivido me parece, doce o catorce años fuera de Colombia y así se podrían citar muchos otros ejemplos.  Mucha gente, periodistas y estudiantes, se interrogan si el exilio voluntario de estos autores no daña de alguna manera el testimonio que ofrecen de su propia realidad; si la distancia, si la ausencia, no malogra sus perspectivas, no los llevan, de una manera inconsciente por supuesto, a falsear su propia realidad. ¿Qué piensas tú del problema?
García Márquez: Sí. La pregunta me la han hecho muchas veces en Colombia, principalmente los universitarios. Cuando me preguntan por qué no vivo en Colombia, yo siempre les contesto: “¿Y quién dijo que yo no vivo en Colombia”? Es decir, en realidad yo tengo catorce años de haber salido de allá y sigo viviendo en Colombia, pues estoy perfectamente informado de todo lo que ocurre en el país…” (García, M. & Vargas Ll., 1967, p.34).
A pesar de la respuesta de García Márquez, la cual claramente explica en qué consistiría ese compromiso social con su nación, Vargas Llosa continuará polemizando en torno a que el escritor puede falsear la realidad,  pues en el acto de escribir literatura intervienen según él también obsesiones, cuyo dominio esta por encima de las convicciones que pueda tener el escritor. En otras palabras, un literato puede trasgredir su compromiso social al falsear la realidad inconscientemente. Entonces, un escritor logra muchas veces contradecirse en lo que escribe, esto sin importar si cree que realiza su arte siguiendo sus propias convicciones (García, M. & Vargas Ll., 1967, p.43). Por lo tanto, para un novelista como Vargas Llosa la temática entra a discurrir sobre cuestiones relacionadas con la conciencia del escritor, es decir, a tener en cuenta la individualidad y formación ideológica del hombre de letras.
La temática tendrá tanta significancia para Vargas Llosa, que consideramos florece como una motivación para escribir su ensayo “Historia de un deicidio” (1971). El texto que gira en torno en la vida artística de García Márquez, dedica una gran parte a explicar el predomino que tienen las obsesiones sobre las convicciones. Solamente hay que esclarecer que dentro de ese ensayo el autor llamará a dichas obsesiones: demonios. Allí, de la misma forma, el escritor será convertido en un rebelde ciego, en el sentido, de que éste “…ignora las raíces profundas de su desavenencia con la realidad”. (Vargas, 1971, p. 91). En resumidas cuentas, Vargas Llosa quiere llevar a reflexionar acerca de hasta que punto es verdad, que el escritor se lo puede considerar con cierto grado de conciencia o inconciencia al momento de criticar su propia su sociedad mediante sus obras literarias.
Por cuenta de “Historia de un deicidio”, Vargas Llosa será fuertemente criticado, y a través de esas críticas prosperará otra polémica intelectual, en la que se encuentra, esta vez, indirectamente presente García Márquez, pues, vale insistir que en él esta centrado dicho ensayo. Esa nueva polémica es recopilada bajo el titulo: “Gabriel García Márquez y la problemática de la novela” (1972). Allí Ángel Rama confrontará a Vargas Llosa, manifestándole que sus planteamientos sobre los demonios del escritor caen en cuestiones irracionales, románticas, idealistas y psicológicas, ya superadas y que no “…corresponden a un mundo manufacturero y a la construcción de un objeto destinado a un consumo social” (Rama, Á., & Vargas, Ll, 1972, p. 33), como se vería actualmente la literatura, donde es evidente también que los escritores, escriben sus obras siguiendo las exigencias o demandas de la sociedad, tal como se lo había manifestado en un primer momento García Márquez, al decirle que un escritor no se puede evadir de sus convicciones, y por eso él, por ejemplo, escribió sintiéndose solidario con la situación de violencia que vivía y le exigía que contará el pueblo de Colombia, además, que también se puso del lado de los obreros cuando narró en “Cien años de soledad” el vergonzoso suceso histórico de la masacre de las Bananeras ocurrido en 1928, en fin de cuentas, esos eran hechos históricos que lo habían hecho sentir “un escritor comprometido” con lo que narraba en sus obras literarias (García, M. & Vargas Ll., 1967, p.49). Vargas Llosa en su defensa le contestará a Ángel Rama que él no rechaza su propuesta, pero le hace caer en cuenta que sus planteamientos son muy limitados a la amplitud que tiene su visión:
“…una definición se refiere al problema individual de la literatura y otro al problema social: ambos existen, se condicionan y modifican mutuamente y yo nunca he pretendido segregarlos, como hace Rama, al reducir la literatura, según el patrón positivista, a su exclusiva función social.” (Rama, Á., & Vargas, Ll, 1972, p. 16).
A pesar de esta posible solución que Vargas Llosa le da a Ángel Rama, éste contrario de aceptarlas, se obstina en rechazar las ideas del novelista peruano. Aquí se manifiesta visiblemente aquella característica de lo que se dijo es una polémica, donde un interlocutor siempre cree tener más verdad que el otro. Es claro que la belicosidad entre estos dos polemistas nunca llegó a un pacto, pero abre rutas para entender mejor el compromiso que asume el escritor, ya que gracias a la obstinación de Rama se rescata y divisa mucho mejor la función social de la literatura.
“Lo que en el fondo se estaba afirmando en esos autores y esas obras era la función social de la literatura, famosa y eterna cuestión que en América Latina ha sido tan ardorosamente discutida en medio de ríos de tinta. Una novela, un poema, hacía las veces del discurso, del artículo o de las reformas que no existían o resultaban insuficientes para rescatar a los hombres olvidados que poblaban esos países desconocidos; era un propósito noble sin duda, pero frecuentemente operaba como una hipoteca: el público no leía las novelas como novelas; busca una semejanza aristotélica del arte con los territorios físicos o las circunstancias sociales que describían; podrían no ser realistas, pero tenían que parecer reales, sangrantes trozos de la vida americana.” (Fernández, 1979, p. 426).
Al llegar a este punto muchos pensarán que la polémica termina aquí, aunque quede abierta a la discusión. Nada más opuesto a acabarse la polémica, se encuentra que la problemática sobre el compromiso del escritor también estuvo tratada desde un ángulo político, donde se considera tendrá una rigidez aún mayor para los polemistas. Sin darle más vueltas al asunto, pongamos por caso el texto polémico conocido como “Literatura en la revolución y revolución en la literatura” (1970). En está polémica está ahora implicado el escritor colombiano Óscar Collazos, junto a Julio Cortázar y a Mario Vargas Llosa.
Es sabido que esta polémica discute acerca de la función política que cumple el escritor, pero, fíjense ustedes con mucha atención que la polémica remueve o rescata por medio de Collazos una frase dicha por Vargas Llosa, donde éste trataría de liberarse del compromiso que asume como escritor, pues, así lo divisa la expresión del peruano que dice: “…<<la literatura no puede ser valorada por comparación con la realidad. Debe ser una realidad autónoma, que existe por sí misma>>” (Collazos, Cortázar & Vargas Ll., 1970, p. 9).
Estamos de acuerdo con Vargas Llosa en el sentido de cómo se debe valorar la literatura, sin embargo, si volvemos atrás encontramos que este planteamiento es totalmente inverso al que observamos desde un inicio con García Márquez, ya que éste daba a entender que “…que toda gran literatura tiene que fundarse sobre una realidad concreta” (García M. & Vargas Ll, 1967, p. 36); en otras palabras, es difícil darle esa autonomía a la literatura cuando se descubre que, precisamente, lo que más se crítica son los vínculos que las obras literarias tienen con la realidad concreta.
Para corroborar lo anterior se puede observar los planteamientos que Óscar Collazos les exigía a los escritores de la década de los sesenta, y que estaban vinculados con las propuestas progresistas de la Revolución Cubana. Collazos concebía que los escritores debían escribir de acuerdo a sus convicciones políticas. En consecuencia, siendo en esos momentos Vargas Llosa y Cortázar escritores allegados a los movimientos de izquierda, ellos tenían que escribir apoyando esas tendencias ideológicas. Ahora, demostrando que lo que se viene diciendo no cae en meras apreciaciones o interpretaciones personales, se pasa a mostrar las ideas que planteaba Collazos durante el desarrollo de la polémica, él decía lo siguiente:
“…toda realidad genera su propio lenguaje (…) cómo en los discursos de Fidel Castro, por ejemplo, se traduce una manera de decir, un discurso literario, un ordenamiento y una reiteración verbal, una modelación de la palabra en el plano del discurso político que, a su vez, podría ser la fuente de un tipo de literatura cubana dentro de la revolución” (Collazos, Cortázar & Vargas Ll., 1970, p. 17).
Avanzando rápidamente en el tiempo, encontramos que los tres polemistas llegan aun posible arreglo para la polémica, pues al final, a Collazos se lo percibe comprendiendo que no todos sus otros colegas comparten sus mismas intenciones, así lo demuestra cuando se vale de una cita de Borges: “<<Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas suelen referirse a doctrinas contrarias a las suyas>>” (Collazos, Cortázar & Vargas Ll., 1970, p. 94). En todo caso, vale destacar también que en algunos momentos del despliegue de la polémica, Vargas Llosa, reiteradamente le hace ver a Collazos que un escritor no esta exento de contradecirse en sus convicciones, ya sean políticas o de doctrinas, pues en el momento de la creación literaria intervienen factores irracionales que cataloga dentro de las obsesiones o demonios del escritor.
Después de todo, las ideas polémicas de Collazos tendrán una gran vigencia más adelante. En efecto, en el año 1971 estalla el polémico Caso Padilla. “El caso Padilla” fue un acontecimiento que surgió a raíz de la publicación del libro de poemas “Fuera de juego”, del escritor cubano Heberto Padilla en 1968. En dicha publicación se manifiesta una crítica a la Revolución socialista promovida por Fidel Castro, que lleva al poeta a ser encarcelado; aquella medida del Gobierno cubano contra el poeta, produce una manifestación cultural de escritores latinoamericanos e intelectuales de todo el mundo, rechazando la coerción a los escritores. El polémico suceso termina con la libertad del literato,  y con una autocrítica por parte del mismo, cuya publicación genera aún más controversia, especialmente, entre quienes defendieron a Padilla.
Con todo esto en mente, hay que advertir que tanto Vargas Llosa como García Márquez eran declarados seguidores de la Revolución Cubana. Luego, del Caso Padilla, ambos van a radicalizar sus convicciones políticas y terminarán enemistados. El polémico caso Padilla, mostrará algunos documentos que enseñarían las causas originarias de la separación entre nuestros dos polemistas. Por lo visto, es algo del conocimiento público que el colombiano se irá con la Revolución, mientras el peruano se apartará totalmente de ella. Esa separación creemos se intensifica con el controversial “puñetazo” de Vargas Llosa a García Márquez, que aún no tiene explicación segura, sin embargo, académicamente el distanciamiento entre los dos escritores, que en un principio, eran grandes amigos (como se evidencia en la conferencia donde instauran la <polémica>) se debe, más bien, a sus diferencias políticas ideológicas. Esta posición es la que normalmente proyecta y da a conocer el mismo Vargas Llosa: “Él y yo fuimos muy amigos, luego nos distanciamos y las diferencias políticas han ido abriendo un abismo entre nosotros en todos estos años.” (J.J, Armas, 1991, p.122).
Con lo que se lleva expuesto hasta aquí, vamos a ir recogiendo los hilos de la polémica sobre el compromiso político y social del escritor latinoamericano. Para esto volvemos a tener en cuenta los planteamientos teóricos de lo que es una polémica en el campo de las letras. Recientemente la crítica literaria Miriam Noemí Di Gerónimo da a conocer a semejanza de Marcela Croce otros ingredientes o condiciones indispensables que están presentes en una polémica[2]. Esos elementos inherentes a una polémica se postulan desde la “creación de redes” y son los siguientes:
1. Di Gerónimo basándose en la polémica entre Cortázar-Arguedas, muestra cómo la temática desarrollada allí estaba vinculada con el entonces apenas emergente fenómeno del boom, en el sentido de que los autores tocan temas que se conectarán y ampliaran aún más dentro de dicho fenómeno. Esta apreciación es muy cierta y aplicable a nuestra polémica, teniendo en cuenta que García Márquez y Vargas Llosa son dos indiscutibles representantes de dicho fenómeno, y, aún más, reconociendo que Vargas Llosa continuará desplegando el asunto sobre el compromiso del escritor junto a otros críticos y escritores como Ángel Rama, Julio Cortázar, Óscar Collazos, José María Arguedas y  Heberto Padilla.
2. Conforme a la “creación de redes”, se señala los alcances e implicaciones que tienen esos intercambios de ideas entre los polemistas para otros individuos, entonces, esa “red” se evidencia en la difusión y acogida entre los lectores (otros críticos y escritores) de esas ideas, las cuales se dieron a conocer por medio de las revistas literarias como principal medio de difusión de la época, aunque se tiene en cuenta también que algunos escritores ejercían el periodismo, por ello, las publicaciones periódicas serán un medio privilegiado para dar a conocer sus posiciones intelectuales.  
3. Asímismo, se dice que esas “redes” también “estructuran y producen” unos microclimas. En el caso de todas las polémicas que hemos visto, lo que las estructura es mayormente un microclima político-literario, pues todas surgen durante la gran influencia de “la revolución cubana de 1959”.
4. Por último, las “redes” generan o crean una constelación, que se comprende en el sentido de que una polémica, unifica a varios individuos o textos en torno a una problemática para debatir, es decir, crea un conjunto armonioso de intelectuales que buscan la verdad concerniente a un tema, en este caso, a esclarecer el compromiso político y social del escritor.
     Hasta aquí se puede razonar que las polémicas, en definitiva, tienden a influir y dar contribuciones para la compresión de la literatura y para el desarrollo de la crítica literaria desde el campo cultural e intelectual.



Referencias

Boldori, R. (1974). Vargas Llosa: un narrador y sus demonios. Argentina: Fernando García Cambeiro.
Collazos, Ó., Cortázar, J. “&” Vargas, Ll. M. (1970). Literatura en la Revolución y Revolución en la literatura. México: siglo XXI.
Croce, M. (comp.).(2006). Polémicas intelectuales en América Latina: Del “meridiano intelectual” al caso Padilla (1927-1971). Buenos Aires: Simurg.
Di Gerónimo, M. N.  (1 de Octubre de 2013) Redes y constelaciones: perspectivas en torno a las polémicas intelectuales en América Latina. Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal.  Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/1817/181721529010.pdf. ISSN: 1515-6125.
Donoso, J. (1987). Historia personal del “Boom”. Chile: Andrés Bello.
García, M. “&” Vargas, Ll. (1967). La novela en América Latina: Diálogo. Perú: Ediciones Carlos Milla Batres.
J.J, Armas, M. (1991). Vargas Llosa: el vicio de escribir. Colombia: Norma. S.A.
Monsiváis, C. (2000). Aires de familia: Cultura y sociedad en América Latina. XXVIII Premio Anagrama de Ensayo. Barcelona: Anagrama, S.A.
Portuondo, J.A, Prieto, A., Oviedo, M., Tamayo, V. A., & Lezama, L. J. (1980). Función social de la literatura. En: Fernández  M. C. (coord.). América Latina en su literatura. (pp.391-469).  Bogotá: Siglo XXI.
Rama, Á. “&” Vargas, Ll,. (1972). García Márquez y la problemática de la novela”. Argentina: Ediciones Corregidor.
Vargas Ll. M. (1971). “Historia de un deicidio”. Barcelona: Monte Ávila editores.




[1] César Augusto Rojas Ezquivel. Estudiante de la licenciatura Filosofía y Lengua Castellana. Vinculado al  Proyecto <El oficio crítico de Ángel Rama>, perteneciente a la línea de investigación  <Teoría y crítica literaria> que  promueve el Grupo Fray Antón de Montesinos de la Universidad Santo Tomás de Aquino.
[2] Di Gerónimo, M. N.  (1 de Octubre de 2013) Redes y constelaciones: perspectivas en torno a las polémicas intelectuales en América Latina. Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal.  Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/1817/181721529010.pdf. ISSN: 1515-6125.


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